La espera de un momento en donde todo vuelva a lo “normal” cansa, mi normalidad conlleva la lágrima precisa pero no perfecta de un sentimiento de ansiedad con sabor a incertidumbre. El sonreír mucho también cansa y más cuando no es falsa, se viene la risa simple y carcajada que roba toda respiración, es todo un ejercicio, se requiere condición.
El fin de la espera llegó en otoño, la costumbre se hizo y lidiar con ser feliz parece un trabajo de manera universal, misma que paga en satisfacción con préstamos de tranquilidad, más no se olvida que es un trabajo, un préstamo y para la vida feliz ni siquiera nosotros le somos indispensables.
El fin de la espera llegó en otoño, la costumbre se hizo y lidiar con ser feliz parece un trabajo de manera universal, misma que paga en satisfacción con préstamos de tranquilidad, más no se olvida que es un trabajo, un préstamo y para la vida feliz ni siquiera nosotros le somos indispensables.
1 comentario:
por supuesto que aburre, la imperiosa necesidad del agridulce de la vida asi lo dicta.
Necesitamos las cortadas y los moretones, en ese afán masoquista de sentirse vivo a través del dolor, la felicidad continua es imposible yes aborrecible.
nada como los tragos amargos para recordar lo dulce q era la miel.
tas bien dañada!
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